Una de las
actividades más provechosas para gestionar flora y fauna es, simplemente,
contar. Pero muchas veces no se hace, o se hace mal. Por ejemplo, hay que
contar en el momento oportuno.
Para
determinar a qué ritmo crece o decrece una población, lo mejor es someterla a una
serie de conteos. También nos servirá para proyectarla hacia el futuro y predecir así qué tamaño
tendrá al cabo de horas, días, semanas, meses o años. Todo según la especie que
nos interese y las preguntas que queramos responder. Pero contar implica cometer
errores.
Cuéntame, pero
cuéntame bien
Imagina
que tu tarea es averiguar cuántos nidos de gaviota patiamarilla hay en un
islote cualquiera. Si estamos hablando de un islote pequeño y con poca
vegetación no será difícil. Lo más seguro es que cuentes todos los nidos. Pero
si hablamos de un espacio más grande la cosa cambia. Incluso con un equipo de muchas
personas es fácil dejarse algún nido sin contar, escondido entre la vegetación.
En estos casos puede utilizarse una sencilla técnica denominada “captura-marcaje-recaptura”.
Consiste en recorrer la parcela no una, sino dos veces. Durante la primera vuelta
debes marcar todos los nidos que encuentres. Las marcas deben ser fáciles de ver
pero difíciles de eliminar por las gaviotas. En la segunda vuelta anotarás
tanto los nidos ya marcados como los que encuentres nuevos. Esa es toda la
información que necesitas para estimar el número total de nidos.
¿Cómo?
Pues mediante una sencilla regla de tres. Basta con asumir que la proporción de
nidos totales respecto a nidos marcados se mantiene constante entre las dos
vueltas. Nunca he puesto una fórmula, una ecuación (¡y van ya más de 70 Detectives!),
pero siempre hay una primera vez. Para poder explicarlo, os presento… el índice
de Lincoln-Petersen: N/M = C/m. Donde N
es el tamaño total de población que anhelamos averiguar, M el número de nidos
marcados en la primera vuelta, C el número total de nidos encontrados en la
segunda vuelta y m el número de nidos
encontrados en esa segunda vuelta que ya habían sido marcados en la primera. Si
os fijáis, la situación ideal sería que m fuera igual a C, es decir, que en la
segunda vuelta todos los nidos que encontremos ya hubieran sido localizados y
marcados en la primera. En tal caso el cociente es igual a 1, por lo que la
relación N/M es también necesariamente igual a 1, lo que quiere decir que el
número real de nidos en la población es exactamente el que encontramos en la
primera vuelta. Nuestro censo no habría tenido error. Pero eso pasa pocas
veces. Veamos un ejemplo con números.
Supongamos
que en la primera vuelta encontramos 80 nidos. En la segunda encontramos 60, de
los cuales 40 ya estaban marcados por nosotros en la primera vuelta. Por lo tanto,
el número estimado de nidos será de 120. Recordad que estamos hablando de
estimas aplicando el índice de
Lincoln-Petersen. Si nos hubiéramos fiado de la primera vuelta nos habríamos
ido a casa pensando que hay 80 nidos, mientras que había 120 en realidad.
Habríamos subestimado el número de nidos en nada menos que ¡un 33%! Lógicamente,
cuanto más parecidos sean C y m menos diferencia habrá también entre el primer conjunto
de nidos marcados y la estima definitiva.
Cuéntame y
estímame
Aunque
la estima final puede ser puntual (un sólo número de nidos), también cabe
calcularla en forma de intervalo, lo cual es mucho más adecuado. En el caso anterior
(para no meter aquí otra fórmula tendréis que fiaros de mí) la estima oscila
entre un mínimo de 93 y un máximo de 173 nidos.. Y ese sería nuestro resultado
final. O bien nos quedamos con la estima puntual del índice de Lincoln-Petersen
de 120 nidos, que sería equivalente a una media, o bien ofrecemos el intervalo
de confianza en torno a esa media en forma de horquilla: entre 93 y 173 nidos.
Ahora
ya tenemos una estima sólida a partir de la cual podemos calcular el ritmo de
crecimiento de la población (mediante procedimientos matemáticos que no vienen al
caso) y proyectarlo en el futuro. Suponiendo, claro está, que las cosas sigan sucediendo
como hasta ahora.
Huelga
decir que este procedimiento no sólo sirve para contar cosas estáticas, como
los nidos de gaviota, sino también cabras, lobos, escarabajos o sapos. Cualquier
animal que pueda ser capturado y marcado sin que eso afecte a las subsiguientes
localizaciones ni a su supervivencia. Es cierto que algunos animales son
difíciles de capturar o que más vale no hacerlo. Entonces lo mejor es contarlos
no una sola vez, sino varias, para poder determinar nuestro grado de error (1, 2).
Una forma más sofisticada de estimar N es marcar a los individuos capturados de
manera individualizada (con códigos) o identificar sus marcas naturales, tarea que
facilita la fotografía digital, y seguirlos a lo largo del tiempo. Es verdad
que requiere mucho esfuerzo volver a localizar repetidas veces a los
animales marcados, pero tiene la ventaja de que nuestra estima de la población
será un dato sólido y que el proceso nos permitirá estimar otros parámetros
demográficos importantes. A veces la genética viene en nuestra ayuda y nos
permite contar los animales a partir del ADN de sus restos, como en el caso de
los excrementos de nutria (3). Además, genética y captura-recaptura no son técnicas
excluyentes, sino complementarias.
Cuéntame, pero en
el momento oportuno
Otro
problema habitual en este mundillo nuestro es que no se evalúan las medidas de
gestión. El responsable suele pensar en solucionar un problema, pero no diseña
su actuación de forma que pueda evaluar luego su éxito. Lo cual es fundamental para
saber si se han invertido bien tanto el esfuerzo como el dinero y si vale la
pena o no repetir la experiencia en otros sitios. Pongamos que se construye una
vía del tren de alta velocidad y la Administración, en su declaración de
impacto ambiental, considera necesario construir pasos para la fauna. De poco
servirá hacerlos si luego nadie se para a evaluar su eficacia y eso exige planificar
un protocolo mínimamente sesudo.
Dicho
procedimiento se denomina BACI, unas siglas que todo gestor debería llevar
grabadas a fuego en su mente. BACI viene de Before-After, Control-Impact. Es decir, para
evaluar la efectividad de algo hemos de contar, sí, pero antes (before) y también
después (after) de cada actuación. Lo ideal sería contar también durante, sobre
todo en actuaciones a largo plazo. Y no sólo eso, sino que necesitamos contar también
en la zona tratada (impact) y en otra lo más parecida posible (control) que no
se haya visto alterada por la actuación cuya influencia queremos evaluar.
Vamos
a suponer que llevamos a cabo una campaña de desratización en un islote y que
luego queremos saber si eso ha tenido algún beneficio para las plantas que se comían
las ratas. No basta con ir después y ver si hay muchas plantas. Para empezar,
habría que comparar ese “muchas” con algo que nos permita cuantificar su
aumento en densidad o diversidad, o sea, con la situación previa. En segundo
lugar, hay que considerar otros posibles factores que pueden arrojar el mismo
resultado; por ejemplo, quizá las plantas se recuperaron por eliminar las ratas
o bien porque justo llovió en esos días lo que no había llovido en meses. Esa
información nos la dará nuestro islote control, en el que observaríamos si, a
pesar de tener ratas, las plantas han aumentadotambién.. Para ser justos hay
que admitir que en los trabajos de campo es difícil contar con controles
verdaderos. Necesitamos un islote de tamaño y características semejantes al que
vamos a manejar. Pero eso, estrictamente hablando, no sucede nunca y habrá que
conformarse con uno lo más parecido posible. Como la propia evolución siempre
trabajamos con lo menos malo disponible, que puede distar mucho de lo mejor
imaginable.
Una
vez hechos los conteos en parcelas debidamente escogidas, hemos de encontrar
que la variable más relevante para explicar las variaciones en la densidad de
plantas es la interacción entre el antes/después y el control/tratamiento. En
tal caso podremos concluir que el cambio en densidad sucedió de manera
diferente en la parcela objeto de tratamiento con respecto a la que sirve de control.
Si todo ha salido como esperábamos, el aumento del después respecto al antes
debería ser mayor en la parcela tratada que en la control.
Cuéntame, pero
no me cuentes cuentos
Para
hacer las cosas bien sólo hace falta un poco de previsión y organización. Y
saber echar a posteriori unos cuantos números. No cuesta gran cosa diseñar bien
nuestro trabajo de campo y las ventajas son sustantivas. En el supuesto de la
desratización diríamos que, en efecto, fue una actuación positiva para las
plantas (no se debió a otra cosa por casualidad) y hubo un aumento en riqueza o
densidad de especies cuya magnitud podemos cuantificar. ¡Perfecto!
Si
tenéis responsabilidades públicas (o privadas) en el mundo de la gestión de la
naturaleza, por favor, iros a dormir con estos nombres en la cabeza: Lincoln-Petersen
y BACI. Las mejoras que pueden reportar a vuestra vida profesional son enormes. Para
mi forman parte de lo que podríamos denominar “un mundo mejor” en lo que
respecta a conservación de la biosfera.
Agradecimientos
A
Daniel Oro, Giacomo Tavecchia y José Manuel Igual por leer y comentar un
borrador del artículo.
Bibliografía
(1) Bibby, C.J. y otros autores (2000). Bird census techniques. Academic Press. London.
(2) Tellería, J.L. (1986). Manual para el censo de los vertebrados
terrestres. Raíces. Madrid.
(3) Thalinger, B. y otros autores (2015). Molecular
prey identification in Central European piscivores. Molecular Ecology Resources. Disponible en Doi:10.1111/1755-0998.12436
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