Cuando una
perturbación afecta al hábitat original de una especie, tanto si ha sido
provocada por el ser humano como si no, los afectados tienen dos posibilidades. O
bien se trasladan a otro hábitat diferente y tratan de encajar en él. O bien se
instalan en un entorno artificial que casualmente reúna los atributos básicos
de su lugar de procedencia.
Los
bisontes europeos (Bison bonasus) son
un buen ejemplo del primer caso enunciado en la entradilla. Evolucionados en
los extensos pastizales que se abrieron durante los picos glaciares, una vez retirados
los hielos fueron a refugiarse en el interior del bosque. Para describir el
proceso algunos autores han acuñado las expresiones “especies refugiadas” y “refugios”
(1). Ese sería el caso también de las focas monje (Monachus monachus) de la colonia de Cabo Blanco (Mauritania), de
las que ya hablé en 2008 (2). El ambiente original de las focas eran las playas,
pero acabaron sobreviviendo en el interior de las cuevas, un hábitat menos
adecuado y más peligroso que todos los años se cobra un tributo en cachorros cuando
los temporales sacuden aquellas costas acantiladas.
Un
tercer caso de megafauna refugiada sería el de los osos pardos (Ursus arctos) de la cordillera
Cantábrica. Hemos crecido aprendiendo que los osos viven en las montañas abruptas
del norte de España, pero en el pasado –como los lobos y los quebrantahuesos–
estaban distribuidos por todo tipo de ambientes. Si pienso en la anatomía de
los osos, les veo felices en ambientes con no demasiada pendiente, en montañas
amables. Sin embargo, fueron eliminados de toda la Península salvo en los valles
del norte, donde se libraron de la quema por cuestiones circunstanciales. En
Asturias, por ejemplo, la gran pendiente del terreno debía hacer poco rentable
la extracción de madera y sospecho que también pudo ser esencial la pujanza de la
minería del carbón. Es cierto que los mineros mataban osos en su tiempo libre,
pero disponer de carbón mineral en abundancia pudo evitar que se explotaran los
bosques norteños para obtener carbón vegetal, como en el resto del territorio
hispano hasta tiempos recientes. Así pues, una actividad industrial depredadora
podría estar paradójicamente detrás de la persistencia del oso hasta el siglo
XXI.
Finalmente,
es probable que el lobo (Canis lupus)
también sea una especie refugiada en los bosques, a juzgar por su reconocida capacidad
para cubrir largas distancias con un trote económico, figura que evoca al
mítico lobo estepario.
Exilios forzosos
Al
margen de los grandes mamíferos, uno de los equipos de investigación con los
que colaboro tardó mucho tiempo en darse cuenta de que uno de nuestros
principales modelos de estudio, la gaviota de Audouin (Larus audouinii), también era una especie refugiada. En este caso,
había sido arrinconada en los islotes mediterráneos donde empezamos a
encontrarla en los años setenta del siglo pasado. El espacio al que pertenece (where they
belong,
como dicen los anglosajones) son las playas y campos dunares cambiantes, que
explican bien a las claras su carácter nómada. Cuando la actividad turística usurpó
esos ambientes costeros tuvieron que refugiarse en los islotes. Pueden
sobrevivir allí, pero tienen menos éxito individual y colectivo, medido en supervivencia,
productividad y tasa de crecimiento poblacional. Las gaviotas de Audouin crían
mejor en las dunas del delta del Ebro que en las islas Columbretes. Del mismo
modo que los osos obtendrán un mayor éxito reproductor cuando puedan bajarse de
sus refugios de las montañas para instalarse de nuevo en relieves más suaves.
Las propias focas monje sacan adelante más crías cuando pueden abandonar las
cuevas y reproducirse en playas abiertas.
Buitres
enriscados
A
pequeña escala, el buitre negro (Aegypius
monachus) también se comporta como un refugiado cuando elige sus lugares de
cría en Mallorca. En lugar de formar colonias laxas en los extensos encinares
de la sierra de Tramuntana, escoge pinos que crecen en los abruptos acantilados
de este sistema montañoso. Una elección difícil de explicar, a menos que los
encinares mallorquines estuvieran llenos de personas ocupadas en diversas
actividades de subsistencia (carboneros, yeseros, porqueros) hasta los años sesenta,
como así fue. El monte era entonces un ambiente pre-industrial, más que un
lugar salvaje. De ahí se pasó, casi sin solución de continuidad, a tener las
montañas llenas de ejércitos de excursionistas.
El
caso es que los buitres probablemente no encuentran la tranquilidad que
necesitan para criar en su hábitat predilecto. De hecho, pienso que su
población no termina de despegar debido a que los jóvenes reproductores no
encuentran pinos adecuados para instalar el nido en los acantilados. Es más,
los buitres tienen una alta tasa de supervivencia, encuentran abundante
alimento en los comederos y nunca se han regateado esfuerzos en su defensa. La
predicción sería, por tanto, que cuando empiecen a criar en los encinares su
población crecerá de forma exponencial hasta que otro tipo de recurso establezca
un nuevo límite.
Hábitats de sustitución
y especies adoptadas
En
ocasiones, las especies que han visto perturbado su ambiente original no
deciden trasladarse a un hábitat natural alternativo, sino a un entorno altamente
modificado o incluso producto de la actividad humana. Hace poco hemos
denominado “hábitats de sustitución” a estos ambientes que satisfacen, sin pretenderlo,
los requerimientos esenciales de una especie. Y, del mismo modo, llamamos a sus
ocupantes “especies adoptadas” (3).
Los
embalses y las nutrias (Lutra lutra)
son un buen ejemplo de ambos conceptos. En los años ochenta pensábamos que las
nutrias amaban las cabeceras impolutas de los ríos interiores. Pero pasábamos
por alto el hecho de que las nutrias habían tenido que refugiarse en esas
cabeceras fluviales debido a que en los tramos medios y bajos la presión humana
era mayor. Ahora que ya no se les persigue y los ríos cuentan con depuradoras,
vemos cómo las nutrias regresan a sus ambientes originales. Pensado fríamente
¿quién querría vivir en la parte alta de un río si a medida que bajas hacia el
mar aumenta el número y la densidad de especies presa? Artefactos. Lo que
veíamos eran artefactos.
Ahora
lo habitual es encontrar nutrias en los embalses que se han construido, por regla
general, en el tramo medio de los ríos. Los pantanos reproducen bastante bien
algunas de las características propias de desembocaduras y estuarios, con sus aguas
calmas y profundas ricas en presas, aunque muchas de ellas sean especies exóticas
e invasoras. Obviamente, las nutrias crían mejor donde abunda el alimento y pueden
practicar distintas técnicas de caza. Desde el buceo en profundidad, apurando los
30 segundos de apnea, hasta la prospección detallada de las orillas, según la
época del año. Una nutria de embalse se parece más a una nutria marina que a una
nutria de cabecera. Es más, antaño las nutrias europeas de hábitos marinos debían
de ser más abundantes de lo que nos pensamos.
De
hecho, el mar es una fuente de alimento más feraz que el río. Y las nutrias son
voraces. Mi amigo y colega Juan Jiménez, me explicaba hace un tiempo que el nombre de las nutrias viene de nutrirse,
porque no paran de cazar. Yo mismo las he visto capturar 13 peces en 26
minutos, un lance tras otro, en un embalse gallego. Hay que tener en cuenta que
el agua está fría, sobre todo en invierno, y que las nutrias, a diferencia de
las focas, no cuentan con una gruesa capa de grasa subcutánea que las aísle, de
modo que han de alimentarse sin parar para compensar las graves pérdidas de
calor corporal. Son poco más que garduñas con un buen traje de neopreno, como
vislumbraba Carlos Herrera el otro día que hablábamos de estos mustélidos.
La mejor opción
Otros
ambientes sustitutivos son, por ejemplo, los medios urbanos, donde se han
asentado aves y mamíferos que procedían de entornos forestales. También las especies
propias de pastizales abiertos han encontrado un buen remedo de su hábitat
primigenio en los campos de cereal, ya sean arrozales o trigales. Ninguno de
estos medios se ha creado a propósito para favorecer a la fauna, pero resultan
ser, por mera casualidad, muy adecuados para determinadas especies.
Lógicamente,
un ambiente de sustitución nunca será tan bueno con el original, sobre todo
porque no reproduce el mismo tipo de comunidades y, por lo tanto, pierde diversidad
e información por el camino. Pero pueden llegar a ser una alternativa muy buena e incluso a proporcionar mayores tasas de éxito reproductor que los ambientes
originales. Es lo que está pasando con la gaviota de Audouin, que deja las
playas y dunas del delta del Ebro para trasladarse a salinas, marinas y
puertos, donde sus poblaciones crecen a buen ritmo. La mayor colonia actual de
esta especie se encuentra en una dársena del puerto de Castellón. ¿Por qué?
Bueno, la disponibilidad de alimento sigue siendo alta gracias a los descartes
de la flota pesquera y, además, la presión de los depredadores es allí menor. En
el delta los depredadores habían encontrado un buen sitio para saquear los
nidos de las gaviotas, pero no se acercan al puerto debido a lo que llamamos “efecto
espantapájaros”.
La
colonia del puerto pasará a la historia antes de que muchos depredadores acaben
por localizarla y la conviertan en un sitio indeseable, ya que cuando se
reanuden las obras de ampliación desaparecerá el espacio ahora disponible.
Quizá para entonces la presión de los depredadores haya vuelto a reducirse en las
dunas y playas del delta y las gaviotas regresen a reclamar sus antiguos
feudos. Hacer las maletas de tanto en tanto está en los genes de cualquier
especie que nidifica directamente en el suelo. Mientras, habrán sido adoptadas por
su hábitat de sustitución.
Bibliografía
(1) Kerley, G.; Kowalczyk, R. y Cromsigt, M.
(2011). Conservation implications of the refugee species
concept and the European bison: king of the forest or refugee in a marginal
habitat? Ecography, 35: 519-529.
(2) Martínez-Abraín, A. (2008). Fotogramas.
Quercus, 270: 6-7.
(3) Martínez-Abraín, A. y Jiménez, J. (2015). Anthropogenic areas as incidental substitutes for
original habitat. Conservation
Biology,
(en prensa). Disponible en DOI: 10.1111/cobi.12644
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