¿Os habéis
parado a pensar en lo distintos que son algunos animales en invierno y en
verano? Los mismos pajarillos que en primavera defienden sus territorios como
posesos, se relajan en invierno y acaban formando bandos mixtos, como buenos
amigos.
El
hecho de que los pajarillos forestales de diferentes especies formen bandos
invernales tiene su miga ecológica. Pero, como casi siempre que descubro un
tema, acabo encontrando que Carlos M. Herrera ya lo había abordado ¡dos o tres
décadas antes! Así que remitiré al lector a un espléndido trabajo suyo
publicado poco después de terminar su tesis doctoral, a los 26 años (1). Creo
que Carlos, que entre diciembre de 2006 y septiembre de 2011 escribió cuarenta
artículos para estas mismas páginas de Quercus
que ahora ocupan las pesquisas detectivescas, estará contento de que sus ideas
salgan a relucir con bastante frecuencia en esta sección. Es un poco como si
siguiese escribiendo aquí, para deleite de todos los que echamos de menos sus
afiladas reflexiones.
El
caso es que mitos, reyezuelos, trepadores, agateadores, herrerillos, carboneros
o mosquiteros, que en época de cría llevan una vida solitaria, cuando llegan
los fríos y la escasez de alimento dejan a un lado sus diferencias y se agrupan
en pequeños bandos. Estos bandos parecen proporcionarles un doble beneficio:
por un lado, obtienen más fácilmente alimento que si lo buscaran por separado y,
por otro lado, tienen menos probabilidades de ser depredados.
Ventajas para buscar
alimento
Los
beneficios relacionados con la búsqueda de comida tienen la misma causa que el
comportamiento colonial: es más fácil localizar fuentes de alimento
impredecible cuando se actúa en grupo que en solitario. Los insectos no se
distribuyen de manera regular ni entre los árboles ni dentro de cada árbol. Por
esta razón, un pequeño ejército de avecillas que busca comida incrementa las
oportunidades de localizar una fuente de recursos. En el caso de la comunidad
estudiada por Carlos en un encinar de Huelva, los pajarillos que se alimentaban
en grupo tuvieron el doble de éxito a la hora de encontrar comida que los que
iban en solitario. En verano es probable que esa situación se invierta, ya que
los insectos son más abundantes y, sobre todo, más ubicuos. El invierno no es
tiempo de insectos, que necesitan altas temperaturas ambientales para
activarse, y su presencia está asociada a plantas que les proporcionen cobijo o
alimento por alguna razón extraordinaria. En el fondo, es la misma estrategia
que emplean las aves marinas para localizar fuentes de alimento en el mar,
donde los peces no se distribuyen de manera regular sino parcheada, aunque
nuestra tendencia sea imaginar lo contrario. Al final, las preguntas ecológicas
son las mismas, sea cual sea el modelo de estudio con el que trabajes. Cambias
peces por invertebrados y aves marinas por aves forestales, pero en el fondo el
problema es el mismo. Por esa razón los grupos de investigación no se denominan
por su modelo de estudio, sino por los problemas que abordan.
Ventajas para
eludir depredadores
En
cuanto a la defensa contra los depredadores, las ventajas son también similares
a las del comportamiento colonial: cuatro ojos ven más que dos. Por ejemplo, es
más fácil advertir la presencia de un gavilán cuando las avecillas se desplazan
en grupo por las ramas, aunque también es cierto que varios pajarillos son más
conspicuos que un individuo aislado. Se plantea entonces un balance entre obtener
más comida y ser más visible para los depredadores. Y, evidentemente, sale
victoriosa la necesidad de alimentarse. A fin de cuentas, ir en grupo también tiene
la ventaja del efecto dilución, es decir, la posibilidad de que el gavilán
elija a otro integrante del grupo y no a ti, ya que estas agrupaciones se basan
en el interés individual y no en el colectivo.
Parece
que tanto la frecuencia con la que se da esta estrategia de supervivencia
invernal como el tamaño de los bandos es mayor en los lugares más fríos. De manera
que en la Península Ibérica sería de esperar un gradiente norte-sur, ya sea en
la prevalencia de este fenómeno o en el tamaño del bando. En el caso del
encinar ovetense de Herrera, el tamaño medio del bando fue de aproximadamente 5
individuos, mientras que en zonas más frías, como Inglaterra, Suecia o Estados
Unidos, los registros oscilan entre 8’5 y 22’8 pajarillos por bando. Yo vengo originalmente
de tierras mediterráneas y nunca me había encontrado con este llamativo
comportamiento en el campo hasta que me trasladé a Galicia, donde es casi
imposible que pase desapercibido ya que se da hasta en el interior de las zonas
urbanas. También es cierto que nuestras comunidades de pajarillos son más
pobres. En Mallorca, por ejemplo, falta el herrerillo capuchino, el trepador
azul, el carbonero garrapinos y el agateador. No porque se hayan extinguido
recientemente, sino porque parece que nunca llegaron a alcanzar la isla desde
sus poblaciones peninsulares o continentales.
Grupos mixtos de
patos y fochas en invierno
Las
anátidas también forman bandos mixtos en invierno. Enormes bandos. Aunque en
este caso parece que el factor que los mueve a agruparse no es tanto la
localización de alimento, que es más regular y predecible, sino la facilidad
para encontrar pareja. Por otra parte, los humedales son más escasos que los
bosques, de manera que cuentan con menos zonas adecuadas para pasar el invierno.
Ahora bien, aunque se agrupen en grandes bandos mixtos, la mezcla no es al
azar. Hay un orden dentro del aparente caos. Como encontramos nosotros mismos en un ya viejo estudio (2), los patos
buceadores suelen asociarse entre sí y no se mezclan con los de superficie en
los dormideros diurnos invernales. A su vez, las anátidas de superficie tienden
a mantener bandos monoespecíficos dentro del dormidero. Todo ello va encaminado
a encontrar pareja durante el invierno en esta suerte de enormes territorios de
exhibición (leks) que son los bandos
invernales. Tanto es así, que los machos pasan el invierno con su librea
nupcial. De hecho, no consiguen librarse del enorme coste que conlleva mantener
ese plumaje hasta que terminan de criar.
Por eso pasan en cuanto pueden al plumaje de eclipse y de la manera más expeditiva
posible, es decir, perdiendo incluso la facultad de volar. El compromiso entre
la selección sexual y la selección natural es muy evidente en este caso de los
patos mancones.
Las
anátidas, por cierto, son un grupo muy antiguo de aves y se han quedado un
tanto atrasadas en su estrategia sexual. Por ejemplo, son de las pocas aves
cuyos machos tienen pene, pues el 97% de las especies conocidas carecen de él.
Queda para otro día discutir las posibles razones de por qué las aves perdieron
esta vía de fecundación interna.
Las
fochas comunes también forman bandos mixtos con las fochas cornudas, allí donde
ambas especies coexisten, caso de España o Marruecos. La formación de esos
bandos mixtos en zonas de caza, cuando ambas especies se parecen tanto y una de
ellas es cinegética y la otra no, se convierte a menudo en una fuente de
problemas para la especie que no puede cazarse. Es lo que también encontró en
otro estudio el grupo de investigación
al que pertenezco (3) en el que comprobamos que las zonas de caza actúan como
trampas ecológicas para las fochas al preferir estos sitios debido a la abundancia
de comida artificial aportada por los cazadores, a pesar de que haya buenas
zonas alternativas con abundantes plantas acuáticas sumergidas.
En
fin, que la adversidad une. El caso es que el comportamiento gregario o
solitario no es una característica intrínseca del individuo, sino un producto
de las presiones ambientales en cada momento del año. En invierno toca
sobrevivir en tiempos difíciles. En primavera, reproducirse rodeado de
abundancia. Esto tiene aplicación al caso humano. La crisis económica ha
despertado comportamientos colectivos y solidarios que habían caído en el
olvido. Nos crecemos ante la adversidad y relajamos nuestro egoísmo y
ambiciones. No es nada nuevo bajo el sol.
Bibliografía
(1) Herrera, C.M. (1979). Ecological
aspects of heterospecific flock formation in a Mediterranean bird’s community. Oikos, 33: 85-96.
(2) Martínez-Abraín, A. (1999). Patrones de
asociación de anátidas durante la invernada en un dormidero del este de España.
Ardeola, 46: 163-169.
(3) Martínez-Abraín, A. y otros
autores (2007). Hunting sites as ecological traps for coots in southern
Europe: implications for the conservation of a threatened species. Endangered Species Research, 3: 69-76.
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