lunes, 7 de septiembre de 2015

No así en invierno como en verano

¿Os habéis parado a pensar en lo distintos que son algunos animales en invierno y en verano? Los mismos pajarillos que en primavera defienden sus territorios como posesos, se relajan en invierno y acaban formando bandos mixtos, como buenos amigos.

El hecho de que los pajarillos forestales de diferentes especies formen bandos invernales tiene su miga ecológica. Pero, como casi siempre que descubro un tema, acabo encontrando que Carlos M. Herrera ya lo había abordado ¡dos o tres décadas antes! Así que remitiré al lector a un espléndido trabajo suyo publicado poco después de terminar su tesis doctoral, a los 26 años (1). Creo que Carlos, que entre diciembre de 2006 y septiembre de 2011 escribió cuarenta artículos para estas mismas páginas de Quercus que ahora ocupan las pesquisas detectivescas, estará contento de que sus ideas salgan a relucir con bastante frecuencia en esta sección. Es un poco como si siguiese escribiendo aquí, para deleite de todos los que echamos de menos sus afiladas reflexiones.

El caso es que mitos, reyezuelos, trepadores, agateadores, herrerillos, carboneros o mosquiteros, que en época de cría llevan una vida solitaria, cuando llegan los fríos y la escasez de alimento dejan a un lado sus diferencias y se agrupan en pequeños bandos. Estos bandos parecen proporcionarles un doble beneficio: por un lado, obtienen más fácilmente alimento que si lo buscaran por separado y, por otro lado, tienen menos probabilidades de ser depredados.

Ventajas para buscar alimento
Los beneficios relacionados con la búsqueda de comida tienen la misma causa que el comportamiento colonial: es más fácil localizar fuentes de alimento impredecible cuando se actúa en grupo que en solitario. Los insectos no se distribuyen de manera regular ni entre los árboles ni dentro de cada árbol. Por esta razón, un pequeño ejército de avecillas que busca comida incrementa las oportunidades de localizar una fuente de recursos. En el caso de la comunidad estudiada por Carlos en un encinar de Huelva, los pajarillos que se alimentaban en grupo tuvieron el doble de éxito a la hora de encontrar comida que los que iban en solitario. En verano es probable que esa situación se invierta, ya que los insectos son más abundantes y, sobre todo, más ubicuos. El invierno no es tiempo de insectos, que necesitan altas temperaturas ambientales para activarse, y su presencia está asociada a plantas que les proporcionen cobijo o alimento por alguna razón extraordinaria. En el fondo, es la misma estrategia que emplean las aves marinas para localizar fuentes de alimento en el mar, donde los peces no se distribuyen de manera regular sino parcheada, aunque nuestra tendencia sea imaginar lo contrario. Al final, las preguntas ecológicas son las mismas, sea cual sea el modelo de estudio con el que trabajes. Cambias peces por invertebrados y aves marinas por aves forestales, pero en el fondo el problema es el mismo. Por esa razón los grupos de investigación no se denominan por su modelo de estudio, sino por los problemas que abordan.

Ventajas para eludir depredadores
En cuanto a la defensa contra los depredadores, las ventajas son también similares a las del comportamiento colonial: cuatro ojos ven más que dos. Por ejemplo, es más fácil advertir la presencia de un gavilán cuando las avecillas se desplazan en grupo por las ramas, aunque también es cierto que varios pajarillos son más conspicuos que un individuo aislado. Se plantea entonces un balance entre obtener más comida y ser más visible para los depredadores. Y, evidentemente, sale victoriosa la necesidad de alimentarse. A fin de cuentas, ir en grupo también tiene la ventaja del efecto dilución, es decir, la posibilidad de que el gavilán elija a otro integrante del grupo y no a ti, ya que estas agrupaciones se basan en el interés individual y no en el colectivo.

Parece que tanto la frecuencia con la que se da esta estrategia de supervivencia invernal como el tamaño de los bandos es mayor en los lugares más fríos. De manera que en la Península Ibérica sería de esperar un gradiente norte-sur, ya sea en la prevalencia de este fenómeno o en el tamaño del bando. En el caso del encinar ovetense de Herrera, el tamaño medio del bando fue de aproximadamente 5 individuos, mientras que en zonas más frías, como Inglaterra, Suecia o Estados Unidos, los registros oscilan entre 8’5 y 22’8 pajarillos por bando. Yo vengo originalmente de tierras mediterráneas y nunca me había encontrado con este llamativo comportamiento en el campo hasta que me trasladé a Galicia, donde es casi imposible que pase desapercibido ya que se da hasta en el interior de las zonas urbanas. También es cierto que nuestras comunidades de pajarillos son más pobres. En Mallorca, por ejemplo, falta el herrerillo capuchino, el trepador azul, el carbonero garrapinos y el agateador. No porque se hayan extinguido recientemente, sino porque parece que nunca llegaron a alcanzar la isla desde sus poblaciones peninsulares o continentales.

Bando formado por varias especies de anátidas invernantes en la Mata del Fang (Albufera de Valencia). Para los patos, la vida en sociedad es un fenómeno invernal. Estas agrupaciones les permiten encontrar alimento más fácilmente en el duro invierno y sobre todo a sus futuras parejas (foto: Rafa Paulo y Joan M. Benavent / SDA).

Grupos mixtos de patos y fochas en invierno
Las anátidas también forman bandos mixtos en invierno. Enormes bandos. Aunque en este caso parece que el factor que los mueve a agruparse no es tanto la localización de alimento, que es más regular y predecible, sino la facilidad para encontrar pareja. Por otra parte, los humedales son más escasos que los bosques, de manera que cuentan con menos zonas adecuadas para pasar el invierno. Ahora bien, aunque se agrupen en grandes bandos mixtos, la mezcla no es al azar. Hay un orden dentro del aparente caos. Como encontramos nosotros mismos  en un ya viejo estudio (2), los patos buceadores suelen asociarse entre sí y no se mezclan con los de superficie en los dormideros diurnos invernales. A su vez, las anátidas de superficie tienden a mantener bandos monoespecíficos dentro del dormidero. Todo ello va encaminado a encontrar pareja durante el invierno en esta suerte de enormes territorios de exhibición (leks) que son los bandos invernales. Tanto es así, que los machos pasan el invierno con su librea nupcial. De hecho, no consiguen librarse del enorme coste que conlleva mantener ese plumaje  hasta que terminan de criar. Por eso pasan en cuanto pueden al plumaje de eclipse y de la manera más expeditiva posible, es decir, perdiendo incluso la facultad de volar. El compromiso entre la selección sexual y la selección natural es muy evidente en este caso de los patos mancones.

Las anátidas, por cierto, son un grupo muy antiguo de aves y se han quedado un tanto atrasadas en su estrategia sexual. Por ejemplo, son de las pocas aves cuyos machos tienen pene, pues el 97% de las especies conocidas carecen de él. Queda para otro día discutir las posibles razones de por qué las aves perdieron esta vía de fecundación interna.

Las fochas comunes también forman bandos mixtos con las fochas cornudas, allí donde ambas especies coexisten, caso de España o Marruecos. La formación de esos bandos mixtos en zonas de caza, cuando ambas especies se parecen tanto y una de ellas es cinegética y la otra no, se convierte a menudo en una fuente de problemas para la especie que no puede cazarse. Es lo que también encontró en otro estudio el  grupo de investigación al que pertenezco (3) en el que comprobamos que las zonas de caza actúan como trampas ecológicas para las fochas al preferir estos sitios debido a la abundancia de comida artificial aportada por los cazadores, a pesar de que haya buenas zonas alternativas con abundantes plantas acuáticas sumergidas.

En fin, que la adversidad une. El caso es que el comportamiento gregario o solitario no es una característica intrínseca del individuo, sino un producto de las presiones ambientales en cada momento del año. En invierno toca sobrevivir en tiempos difíciles. En primavera, reproducirse rodeado de abundancia. Esto tiene aplicación al caso humano. La crisis económica ha despertado comportamientos colectivos y solidarios que habían caído en el olvido. Nos crecemos ante la adversidad y relajamos nuestro egoísmo y ambiciones. No es nada nuevo bajo el sol.   

Bibliografía

(1) Herrera, C.M. (1979). Ecological aspects of heterospecific flock formation in a Mediterranean bird’s community. Oikos, 33: 85-96.
(2) Martínez-Abraín, A. (1999). Patrones de asociación de anátidas durante la invernada en un dormidero del este de España. Ardeola, 46: 163-169.
(3) Martínez-Abraín, A. y otros autores (2007). Hunting sites as ecological traps for coots in southern Europe: implications for the conservation of a threatened species. Endangered Species Research, 3: 69-76.

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