A veces, la
actividad científica parece ser un cúmulo de obviedades. Pero las cosas no son
tan obvias y sencillas al principio. Descubrirlas resulta más complejo y
trabajoso de lo que pudiera parecer. En primer lugar, hay que darse cuenta de
que algo constituye un objeto de estudio, lo cual ya tiene su miga, y después
hay que averiguar por qué todo sucede de esa manera.
En
un reciente artículo, nuestro equipo de investigación demostró que las fuentes
de alimento de origen humano, altamente predecibles, como un basurero o los
descartes de la flota pesquera, aumentan la eficacia biológica de las especies
oportunistas (1). Como resultado, el tamaño de sus poblaciones aumenta, lo que
tiene consecuencias en el funcionamiento de las redes tróficas, la composición
de las comunidades o/y la estructura de los ecosistemas. Además, se alteran procesos
ecológicos como la competencia entre especies, las relaciones entre depredadores
y presas o el flujo de nutrientes. En definitiva, estas fuentes de alimento
reducen la diversidad de las comunidades animales, aumentan la capacidad de
adaptación de las especies oportunistas ante los cambios ambientales y alteran
la variabilidad temporal del tamaño de las poblaciones.
Todos
estos resultados pueden parecer obvios a primera vista, pero no lo son.
Recuerdo los años de mi adolescencia, cuando teníamos que hacer censos de
gaviotas invernantes en las costas de la Comunidad Valenciana. Decidimos que lo
mejor era ir a contarlas al atardecer, cuando los barcos de pesca regresan a
puerto y vienen escoltados por bandos de gaviotas atentas a la selección del pescado por parte de los pescadores.
En aquella época (hablo de mediados de los 80) a mí me parecía poco más que una
anécdota el hecho de que las gaviotas siguieran a los barcos de pesca. Las
gaviotas, pensaba yo, pescan en el mar y así obtienen la mayor parte de sus
recursos. Lo que puedan obtener de los descartes será una especie de complemento,
poco relevante para su biología. Además, seguro que se unía el rechazo
psicológico a pensar que los aportes humanos podían ser de importancia para las
aves. “Las gaviotas son salvajes y saben cómo sobrevivir sin nuestra ayuda”,
debía de meditar yo para mis inocentes adentros.
Sin
embargo, el tiempo y algunas mentes lúcidas, con las que con el tiempo tuve la
suerte de trabajar, han demostrado que aquello de anécdota no tenía nada. Los
descartes de la pesca, por ejemplo, aportan el 40% de los requerimientos
energéticos de la población total de la amenazada pardela balear (Puffinus mauretanicus) en la plataforma
Delta-Columbretes (2). Numerosos depredadores apicales de la fauna marina, como
cetáceos, tortugas y aves, mantienen hoy en día una estrecha relación con las
actividades humanas en todo el mundo. Una relación que no es en absoluto anecdótica
en la dinámica de sus poblaciones. En algunos casos, como en las comunidades de
mamíferos carroñeros, este factor afecta incluso a procesos microevolutivos
(adaptativos) que se reflejan en el tamaño corporal (1).
Vedas de pesca y
capturas accidentales
Ahí
va otro ejemplo de aparente obviedad. Una de las principales razones de que se
produzcan capturas accidentales de aves marinas en los palangres es que esta
flota faena cuando descansa la de arrastre, ya sea por fines de semana, fiestas
de guardar o vedas oficiales. En esos días es más alta la probabilidad de que
un ave marina, habituada a obtener alimento detrás de los arrastreros, se
dirija a una embarcación artesanal de palangre y caiga accidentalmente en los
anzuelos cebados con sardina. Simplemente porque a falta de un recurso
predecible y abundante buscan otro que lo sustituya. Estos resultados han sido
obtenidos de manera independiente y casi simultánea por dos equipos españoles
de investigación para la conservación (3, 4). Claro, pensará el lector, es
obvio que si estas aves están acostumbradas a ir detrás de los arrastreros, busquen
otra alternativa si falta esa fuente de alimento. Pero sólo resulta obvio cuando
se conocen los detalles. Es un efecto de la interacción entre dos pesquerías
distintas, nada menos. De primeras, uno tiende a pensar que pardelas y gaviotas
se ven atrapadas por los anzuelos del palangre debido a las características
propias de este arte de pesca, por ejemplo, la hora de calado, la zona donde se
faena, la carnada utilizada y el tipo de anzuelo o su número. Pero, para deducir
que el problema no está sólo en la propia pesquería, sino también en otra, hay
que levantar la cabeza, mirar al horizonte con perspectiva global y olvidarse
de los aspectos puramente locales. Es preciso un enfoque holístico, tan
necesario en ecología.
Recuerdo
que la primera pista sobre este asunto me la dio Valentín Tena, uno de los
guardas de las islas Columbretes. Valentín se encontraba en una buena situación
para dar con la clave del asunto, ya que conocía bien a las pardelas y, además,
había estado enrolado como pescador. Una fusión poco habitual. Así que, gracias
Valentín, ¡tenías razón! Nosotros sólo lo demostramos con números, pero la idea
crucial fue tuya. Una idea, por cierto, que puede ser clave para mitigar los
efectos negativos del palangre, ya que bastaría con que el palangre no faenase los días de descanso de la flota de arrastre. Así que la cosa tiene su miga
conservacionista.
Extracción
selectiva de especialistas
Puede
que ya lo haya contado en alguna otra ocasión, pero aquí viene muy a cuento y
es bueno repetir las ideas para que calen. Cuando nos enfrentamos a situaciones
en las que una especie poco abundante está siendo depredada por otra más
abundante, ecléctica y oportunista (adjetivos por cierto nada peyorativos que sólo indican
una gran flexibilidad ecológica) nuestra primera reacción es pensar en hacer
descastes, controles de población. Sin embargo algunos trabajos han demostrado
que basta con extraer de la población un número muy bajo de especialistas, como
por ejemplo gaviotas patiamarillas frente a paíños, para que el efecto se
reduzca drásticamente (5).
Algo
parecido sucede en el caso de la mortalidad de buitres en parques
eólicos. No todos los molinos de un parque eólico son iguales: hay algunos que
son “depredadores” selectivos y basta con identificarlos y pararlos para que
las matanzas caigan en picado. Esto también parece obvio a toro pasado, pero no
lo es. Requiere estudio y observación, averiguar que los molinos no matan al
azar, sino que responden a un patrón determinista.
Las regiones del
cerebro
Un
último ejemplo de lo poco obvias que son las cosas hasta que las descubrimos es
la manera de funcionar del cerebro. Gracias a las tecnologías de vanguardia,
los neurólogos han averiguado que en nuestra corteza cerebral no todas las
neuronas se encargan de todo. Hay regiones que gestionan el habla, el tacto, la
movilidad, la visión o la audición. Se han distinguido diversos lóbulos
(parietal, frontal, occipital, temporal) y se ha cartografiado la actividad de
las neuronas en esas regiones. No entendemos casi nada de por qué eso es así,
pero al menos sabemos que el neocórtex está compartimentado, que hay cierta división
del trabajo, aunque el cerebro trabaje siempre por medio de una red de
interacción entre partes. Llegar a esto desde la concepción aristotélica del
cerebro (un órgano encargado de refrigerar la sangre) requiere una considerable
sofisticación de los métodos de estudio. De hecho, nos ha llevado casi 2.400
años averiguarlo.
Adquirir
conocimiento es una tarea costosa. Requiere trabajo e inspiración por igual. Y la
mejor indicación de que hemos dado con algo interesante quizá sea que los
hallazgos, mirados a posteriori, nos parezcan hasta “obvios”.
Bibliografía
(1) Oro, D. y otros autores (2013). Ecological and evolutionary implications of food
subsidies from humans. Ecology Letters,
16: 1.501-1.514.
(2) Arcos, J.M. y Oro, D. (2002).
Significance of fisheries discards for a threatened Mediterranean seabird, the
Balearic shearwater Puffinus mauretanicus.
Marine Ecology Progress Series, 239:
209-220.
(3) Laneri, K. y otros autores (2011).
Trawling regime influences longline seabird bycatch: new insights from a
small-scale fishery. Marine Ecology
Progress Series,
430: 241-252.
(4) García-Barcelona, S. y otros autores (2010).
Modelling abundance and distribution of seabird
by-catch in the Spanish Mediterranean longline fishery. Ardeola, 57: 65-78.
(5) Sanz, A. y otros autores (2009).
Evidence-based culling of a facultative predator: efficacy and efficiency
components. Biological
Conservation,
142: 424-431.
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