No es posible dar respuestas absolutas,
universales, en ecología aplicada. Todas deben matizarse, pues dependen de las condiciones
locales, que varían de sitio en sitio y de año en año. Para desgracia de
nuestro cerebro dicotómico, amante de la seguridad de poder identificar en
absoluto a buenos y malos, en lugar de en relativo a mejores y peores, la realidad se mueve en una amplia escala de
grises.
Tratamos con sistemas naturales
complejos, en los que juegan su papel distintos fenómenos: deterministas
(evolución por selección natural), contingentes (dependientes de las
condiciones previas) y estocásticos (azarosos), además de los ajustes en tiempo
ecológico según la plasticidad de cada especie. Tocar una pieza de estos sistemas
es garantía de complicaciones. Por ejemplo, en la isla Mercury (Namibia) la
deseable recolonización por parte de otáridos de la especie Arctocephalus pusillus tuvo como
consecuencia el desplazamiento de diversas colonias de aves marinas amenazadas,
como el pingüino de El Cabo (Spheniscus demersus) y los cormoranes de El
Cabo (Phalacrocorax capensis) y de bajío (P. neglectus) (1).
Otro ejemplo de que es imposible
contentar a todos sería la creciente densidad de ungulados en los encinares
mediterráneos, que acaba por reducir las poblaciones de roedores, los cuales contribuyen a dispersar las bellotas de encinas y robles. Así que, a la larga,
los bosques no sólo se verán afectados por el ramoneo directo de los ungulados
sobre los árboles ya crecidos, sino que el reclutamiento de nuevos ejemplares
se verá reducido por la escasez de dispersores de semillas (2). Es todo muy
complicado. Hay casos en la literatura científica de incremento de águilas
reales o imperiales que coinciden con bajones de águilas perdiceras, lo que
induce a sospechar que exista una relación de causa-efecto. Así que, ¿es bueno
tener altas densidades de lobos de mar, ciervos o águilas reales? Pues, depende
de para qué, para quién o en qué momento.
¡Cómo le gustaría a un gestor
ambiental tener una respuesta contundente a esta pregunta! Sin embargo, no la
hay. Los incendios forestales son de muchos tipos. Por ejemplo, pueden ser
grandes o pequeños y la respuesta es distinta según esta variable. También
pueden afectar a muchas especies arbóreas distintas y las respuestas vuelven a
ser distintas para cada una de ellas. Quizá podamos responder a la pregunta en
el caso de un incendio pequeño y que afecte a una especie concreta, pero aún
así dependerá de si lo analizamos desde una perspectiva ornitológica,
entomológica o botánica.
En efecto, un reciente trabajo
(3) concluye que la extracción de madera quemada en pequeños incendios de pino
carrasco (Pinus halepensis) beneficia
a las aves de medios abiertos, que van de capa caída desde el éxodo rural y la
consiguiente recuperación del tapiz vegetal. ¡Un paisaje que no se veía desde
antes de la revolución agrícola del Neolítico! Pero, sin duda, este resultado
no sería compartido por muchos botánicos, para los cuales la extracción de
madera quemada perjudica el reclutamiento de nuevas plantas, o simplemente por
los amantes de las aves forestales. De manera que todo acaba dependiendo de lo
que intentemos potenciar con nuestro manejo. Lo que está claro es que favorecer
a todos a la vez es imposible.
¿Es negativo el calentamiento
global para la biodiversidad?
He aquí una de esas preguntas que
levantan ampollas y que parecen tener una respuesta afirmativa: “sí, el actual
calentamiento de la atmósfera es negativo para la diversidad biológica”. Bueno,
pues incluso esto… depende. Si hacemos caso de las conclusiones de un estudio,
fundamentalmente alemán, realizado en la costa noroeste de África, frente a las
islas Canarias, descubriremos que en los últimos 2.500 años los periodos de
calentamiento se han traducido en fases de mayor afloramiento de aguas frías
del fondo marino, mientras que los periodos más fríos han traído aguas
calientes (4). Lo cual significa que, a medida que se intensifique el actual
periodo cálido, el afloramiento costero del cabo Ghir irá a más, lo que
redundará en beneficios para numerosas especies, entre ellas los grandes
depredadores y las aves marinas que anidan en las Islas Afortunadas. Esto no
implica ningún juicio de valor sobre la bondad del actual cambio climático.
Simplemente es un hecho que no todas las especies saldrán igualmente
perjudicadas o beneficiadas. A unas les vendrá bien y a otras les vendrá mal.
Otro caso parecido es el de los albatros
viajeros, cuyos largos desplazamientos se han visto favorecidos por cambios en
el régimen de vientos del océano austral, ya que han aumentado de intensidad y
se han acercado al polo. Debido a esta modificación, asociada al cambio
climático, los albatros se alimentan ahora más cerca de sus colonias de cría,
su éxito reproductor ha mejorado y han aumentado de peso por término medio (5). El último caso que me viene a la cabeza es el de los pingüinos de Adelaida que han ido aumentando sus poblaciones con el deshielo de los glaciares durante los últimos 14.000 años, debido a que cada vez tienen más espacio para la reproducción y más zonas para alimentarse, de modo que su población se ha multiplicado por 135 gracias al calentamiento del planeta. Los famosos osos polares del Ártico ya están hibridando con los osos pardos (grizzlies) de lo cual pueden surgir híbridos que sean capaces de adecuarse a las nuevas condiciones ambientales de la tundra. Afortunadamente los animales tienen plasticidad de estragegias para sobrellevar los cambios. Si no quedarían pocas sobre un planeta que se caracteriza sobre todo por su dinamismo.
¿Son negativas las especies
exóticas invasoras?
Otra pregunta que todos hemos
aprendido a contestar afirmativamente: sí, sin duda, “exótico” más “invasor” es
igual a algo negativo. Pero, desafortunadamente, las cosas no son tan
sencillas. A veces las especies foráneas acaban teniendo papeles funcionales
equivalentes a los que representan las autóctonas, las cuales han podido
desaparecer por otras causas. Incluso en lo relativo al mutualismo
planta-animal, esas relaciones pueden reajustarse sin que hayan compartido una
historia evolutiva previa (6). Este es el caso de las aves
introducidas en Hawai, que dispersan semillas de las plantas del sotobosque y
contribuyen con ello a la facilitación ecológica de las especies arbóreas
autóctonas. O, sin ir tan lejos, el de las martas (Martes martes) introducidas en Mallorca, que dispersan eficazmente
las semillas de la olivilla (Cneorum
tricoccon) en ausencia de las lagartijas, sus originarios agentes
dispersores. De hecho, la lista de ejemplos sería muy extensa (7).
¿Afecta a la fauna la
presencia de investigadores?
Es innegable que a veces los
investigadores suponen un elemento perturbador para las especies que estudian
(8). Pero con frecuencia no es así o influyen en muy pequeña magnitud. Más bien
al contrario, en ocasiones su presencia puede tener un efecto positivo sobre
los sistemas estudiados. Los humanos podemos tener un efecto disuasorio para
según qué depredadores –el llamado “efecto espantapájaros”– y beneficiar sin
pretenderlo a la especie que nos ocupa. Hace poco este efecto ha podido
llevarse aún más allá al descubrir que la presencia de investigadores puede
mantener alejados incluso a los cazadores furtivos (9). En numerosos parques
africanos, donde la persecución de la gran fauna se ha convertido en una triste
realidad debido al auge del capitalismo en Asia (10), las estaciones de
investigación han resultado ser beneficiosas. Así que, una vez más, depende.
¿Son perjudiciales los
ungulados para la flora?
Otra pregunta cuya respuesta
también tiene sus matices. En aquellos lugares donde los grandes ungulados
ejercen ahora presiones muy elevadas, debido a la eliminación de sus
depredadores, y donde se han visto reforzados además por especies foráneas
(gamos, muflones o arruís), pues lo más probable es que sí. Pero, aún en este
caso, no todas las plantas saldrían perjudicadas por igual. Seguramente las que
cuenten con potentes defensas químicas o físicas contra los herbívoros, sean
muy amantes del sol o tengan facilidad para pasarse a la vida rupícola, no
padecerán efectos negativos e incluso puede que se beneficien del abonado que
dispensan los herbívoros. Sin embargo, esta conclusión requiere un análisis
personalizado. Hay casos, como la isla de Mallorca, donde abundaba un pequeño ungulado (Myotragus balearicus) que
no contaba con apenas depredadores hasta la llegada de los primeros humanos, a
excepción del águila real. La vegetación mallorquina de los últimos 4.000 años
ha tomado forma en ausencia de este gran factor de regulación y quién sabe si
las cabras asilvestradas desde hace unas décadas no actuarán en cierta medida
como sustitutos funcionales de un artiodáctilo que estuvo presente en las islas
durante nada menos que cinco millones de años. Un hecho que, desde luego,
requiere un estudio pormenorizado para poder ser respondido con fundamento (11).
De hecho, en Creta –y otros lugares– se ha encontrado que los islotes con
cargas intermedias de cabras domésticas tienen una mayor producción y
diversidad vegetal, lo que da mucho que pensar (12). Aunque esto sólo significa eso, que en Creta se han encontrado esos resultados y no sabemos lo exportables que son.
Resultados provincianos
Exportar
soluciones de unos sitios a otros, como si las conclusiones locales fuesen necesariamente
universales, es una actitud peligrosa en un planeta tan diverso y cambiante. No
podemos generalizar, aunque eso signifique más trabajo y más estudio. Quizá por
eso se valoren las investigaciones que no tratan de una especie en concreto, en
un sitio particular y durante un año cualquiera, sino aquellas que tratan de
incorporar incertidumbre repitiéndose en el tiempo y en el espacio o abordando
diferentes especies. Trabajos que intentan explorar los límites de la varianza
en la respuesta de las especies a los impactos y con ello generar cuerpo
teórico. Conviene recordar que nuestros
resultados suelen ser casi siempre provincianos y que en ecología aplicada no
hay regla sin excepción. Puede que los trabajos de revisión y síntesis sean los
más aconsejables para orientar la toma de decisiones en materia de
conservación, para lo cual es imprescindible que se publiquen no sólo las
investigaciones con resultados positivos, sino también las que
arrojan resultados estadísticamente negativos (13).
(1) Crawford, R.J.M. y otros
autores (1989). Competition for space: recolonising seals displace endangered, endemic seabirds of Namibia . Biological
Conservation, 48: 59-72.
(2) Muñoz, A. y otros autores
(2009). Ungulates,
rodents, shrubs: interactions in a diverse Mediterranean ecosystem. Basic
and Applied Ecology, 10: 151-160.
(3) Rost, J. y otros autores
(2012). The effect of
postfire salvage jogging on bird communities in Mediterranean pine forests: the
benefits for declining species. Journal of Applied Ecology, 49:
644-651.
(4) McGregor, H.V. y otros
autores (2007). Rapid 20th-century
increase in coastal upwelling off Northwest Africa .
Science, 315: 637-639.
(5) Weimerskirch, H. y otros
autores (2012). Changes in
wind pattern alter albatross distribution and life history traits. Science,
335: 211-214.
(6) Zamora, R. (2000). Functional equivalence in
plant-animal interactions: ecological and evolutionary consequences. Oikos,
88: 442-447.
(7) Martínez-Abraín, A. y Oro,
D. (2013). Preventing the
development of dogmatic approaches in conservation biology: a review. Biological
Conservation, 159: 539-547.
(8) Martínez-Abraín, A. (2012).
El efecto investigador. Quercus, 313: 6-7.
(9) Laurance, W.F. (2013). Does research help to safeguard
protected areas? Trends in Ecology and Evolution, 28: 261-266.
(10) Martínez-Abraín, A.
(2013). La regla del veinte. Quercus, 324: 6-8.
(11) Martínez-Abraín, A.
(2013). Después del abandono. Quercus, 325: 6-8.
(12) Blondel, J. (2006). The design of Mediterranean landscapes: a
millennial story of humans and ecological systems during the historic period. Human
Ecology, 34: 713-729.
(13) Martínez-Abraín, A.
(2013). Why do ecologists
aim to get positive results? Once again, negative results are necessary for
better knowledge accumulation. Animal Biodiversity and Conservation, 36:
33-36.
Muy interesante! Siempre me ha gustado este tema, el de darle vueltas a posibles cambios en una situación ( o sistema), intentando pensar qué ocurriría... Realmente complejo pero realmente interesante. Escribí un día en mi blog algo sobre el tema. Por si te interesa: http://holartica.blogspot.com.es/2014/03/un-poco-de-reflexion.html
ResponderEliminarUn cordial saludo,
Gracias Oscar; me lo miro con calma. Seguro que me interesa. Un abrazote
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDesprés de tanta incertesa, m'ha passat pel cap l'idea que seria millor aprofitar la presència humana (excursionistes, barranquistes, etc.) des d'un prisma bondadós i positivista, vull dir, no prohibir les visites sinó utilitzar-les per aportar dades (observació dels endemismes, localització de serps als gorgs, evaluació de residus industrials, etc.). En to de broma, ens fa molta ràbia que els investiguedors aneu als llocs i arribeu a la conclusió: Aquí no s'hi pot anar!
ResponderEliminarAixó te nom Miquel. Es diu ciència ciudadana i cada vegada és més popular. I en quant l'efecte de la presència de persones a la natura (investigadors o no) poden ser tant negatius (expansió de malalties per exemple o atracció de depredadors a nius) com positius (espantar certs depredadors amb lo qual moltes altres espèscies presa estàn encantades). Prohibir normalment serveix de poc i lo poc que fà normalment es tornar-se en contra de lo desitjable. El que falta és molta informació. Els espeleòlegs estàn ajudant molt a l'estudi de les rates pinyades, una vegada s'han format aliances.
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