jueves, 24 de marzo de 2016

Cuentos de marmitas, gigantes y pilancones

Algunas estructuras geomorfológicas pueden inducir a engaño. Por ejemplo, dos depresiones de aspecto similar, pero localizadas en ambientes distintos, parecen sugerir un mismo agente causal. Pero, al desconocer los procesos subyacentes, hay quien invoca la participación de fuerzas externas a la naturaleza; cayendo, no ya en el error, sino en la construcción de un mito.

Seguro que todos conocéis las marmitas, esas estructuras consistentes en el vaciado cilíndrico de una roca por la acción erosiva del agua, ya sea en el mar o en los ríos. El agente erosivo es el agua en movimiento, aunque emplea como herramienta de cincelado los guijarros, más o menos grandes según los casos, que giran una y otra vez dentro de la cavidad. Así pues, las marmitas se generan por un proceso meramente físico que da lugar a pequeñas pozas que luego utilizan la flora y la fauna. La ecología siempre sucede dentro del marco geológico. El caso es que el nombre de marmita no les ha caído del cielo. En parla popular, marmita es sinónimo de olla, puchero o cazuela y, si profundizamos un poco más en el asunto, descubriremos que esas pozas de los ríos se llaman en realidad “marmitas de gigantes”. ¿Por qué de gigantes? Aquí es donde la acepción culinaria cobra sentido. ¿Cómo se iban a formar unos orificios tan perfectamente circulares y profundos si no es por intervención humana? Pero no de un humano cualquiera, porque el guiso que cabe en una gran marmita ¡sólo puede servir para dar de comer a un gigante! Así pues, la sabiduría popular establecía una relación de causa-efecto equivocada y atribuía a seres enormes y poderosos la excavación de marmitas en los ríos, pasando por alto lo que son capaces de hacer unas piedras movidas en círculo por la corriente durante largos periodos de tiempo.

Pasos de gigante
El caso es que sobre las rocas plutónicas se originan otras estructuras muy parecidas. En inglés se denominan gnamma pits y “pilancones” en román paladino, aunque sea un término no recogido por la Real Academia Española. Los pilancones tienen un aspecto bastante similar al de las marmitas, pero surgen por un proceso algo diferente que conjuga erosión física y química. Como todo el mundo sabe, el granito está formado por cuarzo, feldespatos y micas. Pues bien, expuesto al aire y a la lluvia, sus feldespatos (magnésicos o potásicos) sufren una transformación química que da lugar a un polvillo abrasivo que, movido por el viento, genera estructuras erosivas de tipo circular. El mecanismo se retroalimenta positivamente, de manera que lo que empieza siendo un agujerito termina por convertirse en un gran hueco con aspecto de marmita. Al retener agua, lo pilancones también devienen en pequeños ecosistemas, primero acuáticos y luego terrestres por deposición de sedimentos. Un microcosmos digno de estudio pormenorizado. Las personas ilustradas que saben cómo se forman las marmitas suelen pensar que los pilancones tienen el mismo origen, pero hay notables diferencias. En el caso de los pilancones primero interviene la química y después la física, el aire que mueve en círculo el polvillo abrasivo a modo de máquina pulidora. Pero, vaya, no andan muy descaminados. El ideario popular ha creado asimismo mitos en torno a unas formaciones que vuelven a recordar la labor de seres gigantescos y desconocidos. 

La unión de dos pilancones, por erosión físico-química del agua y posterior intervención del viento, ha dado lugar a una peculiar forma con aspecto de huella de gigante (Foto del autor)

Por ejemplo, en la primera foto de estas páginas vemos una estructura formada por dicho proceso erosivo, que ha acabado uniendo dos pilancones. En la provincia de A Coruña el resultado se conoce como “pisada” o “huella” de Roldán, porque fortuitamente ha adquirido el aspecto de una huella de zapato. Si además resulta que alguien encontró otra similar en la sierra de enfrente, sólo cabe concluir que la huella pertenecía a un gigante que daba grandes zancadas.  
Una vez más, la explicación a un patrón real se resuelve mediante un argumento fantástico que acaba consolidándose como mito. Un buen ejemplo de lo difícil, meritoria y poco intuitiva que puede llegar a ser la adquisición de conocimientos. Y, también, de la importancia de nuestra mente simbólica, capaz de inventarse cualquier cosa con tal de tranquilizar a la maquinaria pensante. Una adquisición reciente de la mente humana que debió de resultar muy útil para la supervivencia en tiempos duros.

Cala formada en las costas gallegas por la exposición de láminas de roca metamórfica, inclinadas 90 grados y expuestas a la acción erosiva del mar (Foto del autor)

 Calas de diversos estilos
¿A quién no le gusta disfrutar de una cala en las islas Baleares? Pero calas hay en otras costas, aunque de procedencia bien distinta. Las típicas calas baleares siempre están asociadas al cauce de torrentes que han abierto su camino en la roca durante el Pleistoceno. Con la llegada del Holoceno el nivel del mar ascendió considerablemente y avanzó tierra adentro a lo largo de esos valles abiertos por los cursos de agua. Cuando se estabiliza el nivel del mar acaba formándose una playa, tanto por arrastre de sedimentos minerales desde tierra, como por aporte de restos de conchas, caparazones y algas desde el mar.

En la segunda fotografía vemos otra modalidad de cala. En este caso, los sedimentos antaño depositados sobre el fondo marino han sufrido un giro de 90 grados durante una fase de orogenia y quedan expuestos a la erosión del oleaje. Las capas de roca menos consolidada se erosionan con mayor facilidad que las más compactas, de modo que acaban formándose pequeñas playas entre grandes paredes de roca, como pasaba en el caso balear. Resultados similares obtenidos por vías muy distintas. Los afloramientos verticales de la imagen no siempre terminan en playas, sino que pueden formar también grietas o cuevas que en Galicia se llaman “furnas”. Para que el mito no se sintiera desatendido durante mucho tiempo, tales aberturas fueron consideradas vías de entrada al inframundo, al Hades, donde penetró Ulises  antes de regresar al mundo de los vivos. De nuevo una explicación simbólica para tranquilizar nuestras mentes pensantes ante lo desconocido.

Presas naturales y artificiales
Los ejemplos de resultados convergentes por procedimientos distintos son inacabables en la naturaleza. Pienso, por ejemplo, en los represamientos. Además de los ingenieros y los castores, la propia gea puede formar presas en los cauces fluviales por distintas vías. Una de ellas serían las morrenas terminales, resultado de la erosión glaciar y el depósito de materiales. Otra serían los travertinos, la deposición de carbonatos sobre la vegetación sumergida de un río. Cuando los travertinos tienen desarrollo horizontal puede acabar formando embalses naturales, como ocurre en las lagunas de Ruidera. También podrían incluirse aquí los acantilados.

Tenemos suerte de vivir unos tiempos en que la ciencia ha dejado reducidos a leyendas los mitos populares propiciados por el desconocimiento de los procesos naturales. Las patas de las garzas no segregan ningún aceite para atraer a sus presas, como se cree en el Reino Unido; el agua de las fuentes de la sierra de Tramuntana, en Mallorca, no viene de los Pirineos, como reza el mito; las curiosas formas de las  rocas ígneas del Guadarrama se han formado por plegamiento, fractura y erosión a lo largo de periodos muy extensos de tiempo, por mucho que al ojo humano le recuerde a objetos concretos.

Para mí, todo esto representa una liberación, pues la ciencia libra al ser humano del miedo. Un miedo con el que se le puede manipular cuando desconoce la verdadera razón de las cosas. La ciencia no sólo nos regala la felicidad de una sonrisa ante una relación causal correcta, sino que nos hace un poco más libres a todos. Sólo por eso merece la pena. ¡Ya lo creo!

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