martes, 7 de octubre de 2014

Todo depende

No es posible dar respuestas absolutas, universales, en ecología aplicada. Todas deben matizarse, pues dependen de las condiciones locales, que varían de sitio en sitio y de año en año. Para desgracia de nuestro cerebro dicotómico, amante de la seguridad de poder identificar en absoluto a buenos y malos, en lugar de en relativo a mejores y peores, la realidad se mueve en una amplia escala de grises.

Tratamos con sistemas naturales complejos, en los que juegan su papel distintos fenómenos: deterministas (evolución por selección natural), contingentes (dependientes de las condiciones previas) y estocásticos (azarosos), además de los ajustes en tiempo ecológico según la plasticidad de cada especie. Tocar una pieza de estos sistemas es garantía de complicaciones. Por ejemplo, en la isla Mercury (Namibia) la deseable recolonización por parte de otáridos de la especie Arctocephalus pusillus tuvo como consecuencia el desplazamiento de diversas colonias de aves marinas amenazadas, como el pingüino de El Cabo (Spheniscus demersus) y los cormoranes de El Cabo (Phalacrocorax capensis) y de bajío (P. neglectus) (1).

Otro ejemplo de que es imposible contentar a todos sería la creciente densidad de ungulados en los encinares mediterráneos, que acaba por reducir las poblaciones de roedores, los cuales contribuyen a dispersar las bellotas de encinas y robles. Así que, a la larga, los bosques no sólo se verán afectados por el ramoneo directo de los ungulados sobre los árboles ya crecidos, sino que el reclutamiento de nuevos ejemplares se verá reducido por la escasez de dispersores de semillas (2). Es todo muy complicado. Hay casos en la literatura científica de incremento de águilas reales o imperiales que coinciden con bajones de águilas perdiceras, lo que induce a sospechar que exista una relación de causa-efecto. Así que, ¿es bueno tener altas densidades de lobos de mar, ciervos o águilas reales? Pues, depende de para qué, para quién o en qué momento.

Sacas de madera quemada tras el incendio de Andratx (Mallorca) en noviembre de 2013. ¿Debe sacarse la madera quemada? Pues, desafortunadamente, la respuesta depende del especialista al que consultes. Los resultados serán distintos según centremos nuestra atención en el suelo, la vegetación, los insectos o las aves. (Foto del autor)

¿Conviene sacar madera después de los incendios forestales?
¡Cómo le gustaría a un gestor ambiental tener una respuesta contundente a esta pregunta! Sin embargo, no la hay. Los incendios forestales son de muchos tipos. Por ejemplo, pueden ser grandes o pequeños y la respuesta es distinta según esta variable. También pueden afectar a muchas especies arbóreas distintas y las respuestas vuelven a ser distintas para cada una de ellas. Quizá podamos responder a la pregunta en el caso de un incendio pequeño y que afecte a una especie concreta, pero aún así dependerá de si lo analizamos desde una perspectiva ornitológica, entomológica o botánica.

En efecto, un reciente trabajo (3) concluye que la extracción de madera quemada en pequeños incendios de pino carrasco (Pinus halepensis) beneficia a las aves de medios abiertos, que van de capa caída desde el éxodo rural y la consiguiente recuperación del tapiz vegetal. ¡Un paisaje que no se veía desde antes de la revolución agrícola del Neolítico! Pero, sin duda, este resultado no sería compartido por muchos botánicos, para los cuales la extracción de madera quemada perjudica el reclutamiento de nuevas plantas, o simplemente por los amantes de las aves forestales. De manera que todo acaba dependiendo de lo que intentemos potenciar con nuestro manejo. Lo que está claro es que favorecer a todos a la vez es imposible.

¿Es negativo el calentamiento global para la biodiversidad?
He aquí una de esas preguntas que levantan ampollas y que parecen tener una respuesta afirmativa: “sí, el actual calentamiento de la atmósfera es negativo para la diversidad biológica”. Bueno, pues incluso esto… depende. Si hacemos caso de las conclusiones de un estudio, fundamentalmente alemán, realizado en la costa noroeste de África, frente a las islas Canarias, descubriremos que en los últimos 2.500 años los periodos de calentamiento se han traducido en fases de mayor afloramiento de aguas frías del fondo marino, mientras que los periodos más fríos han traído aguas calientes (4). Lo cual significa que, a medida que se intensifique el actual periodo cálido, el afloramiento costero del cabo Ghir irá a más, lo que redundará en beneficios para numerosas especies, entre ellas los grandes depredadores y las aves marinas que anidan en las Islas Afortunadas. Esto no implica ningún juicio de valor sobre la bondad del actual cambio climático. Simplemente es un hecho que no todas las especies saldrán igualmente perjudicadas o beneficiadas. A unas les vendrá bien y a otras les vendrá mal.

Otro caso parecido es el de los albatros viajeros, cuyos largos desplazamientos se han visto favorecidos por cambios en el régimen de vientos del océano austral, ya que han aumentado de intensidad y se han acercado al polo. Debido a esta modificación, asociada al cambio climático, los albatros se alimentan ahora más cerca de sus colonias de cría, su éxito reproductor ha mejorado y han aumentado de peso por término medio (5). El último caso que me viene a la cabeza es el de los pingüinos de Adelaida que han ido aumentando sus poblaciones con el deshielo de los glaciares durante los últimos 14.000 años, debido a que cada vez tienen más espacio para la reproducción y más zonas para alimentarse, de modo que su población se ha multiplicado por 135 gracias al calentamiento del planeta. Los famosos osos polares del Ártico ya están hibridando con los osos pardos (grizzlies) de lo cual pueden surgir híbridos que sean capaces de adecuarse a las nuevas condiciones ambientales de la tundra. Afortunadamente los animales tienen plasticidad de estragegias para sobrellevar los cambios. Si no quedarían pocas sobre un planeta que se caracteriza sobre todo por su dinamismo. 

Las introducidas martas (Martes martes) hacen en Mallorca un papel funcional sustitutivo de las lagartijas endémicas extintas al dispersar las semillas de ciertas plantas. (Foto internet, fuente: Wikipedia).
¿Son negativas las especies exóticas invasoras?
Otra pregunta que todos hemos aprendido a contestar afirmativamente: sí, sin duda, “exótico” más “invasor” es igual a algo negativo. Pero, desafortunadamente, las cosas no son tan sencillas. A veces las especies foráneas acaban teniendo papeles funcionales equivalentes a los que representan las autóctonas, las cuales han podido desaparecer por otras causas. Incluso en lo relativo al mutualismo planta-animal, esas relaciones pueden reajustarse sin que hayan compartido una historia evolutiva previa (6). Este es el caso de las aves introducidas en Hawai, que dispersan semillas de las plantas del sotobosque y contribuyen con ello a la facilitación ecológica de las especies arbóreas autóctonas. O, sin ir tan lejos, el de las martas (Martes martes) introducidas en Mallorca, que dispersan eficazmente las semillas de la olivilla (Cneorum tricoccon) en ausencia de las lagartijas, sus originarios agentes dispersores. De hecho, la lista de ejemplos sería muy extensa (7).

¿Afecta a la fauna la presencia de investigadores?
Es innegable que a veces los investigadores suponen un elemento perturbador para las especies que estudian (8). Pero con frecuencia no es así o influyen en muy pequeña magnitud. Más bien al contrario, en ocasiones su presencia puede tener un efecto positivo sobre los sistemas estudiados. Los humanos podemos tener un efecto disuasorio para según qué depredadores –el llamado “efecto espantapájaros”– y beneficiar sin pretenderlo a la especie que nos ocupa. Hace poco este efecto ha podido llevarse aún más allá al descubrir que la presencia de investigadores puede mantener alejados incluso a los cazadores furtivos (9). En numerosos parques africanos, donde la persecución de la gran fauna se ha convertido en una triste realidad debido al auge del capitalismo en Asia (10), las estaciones de investigación han resultado ser beneficiosas. Así que, una vez más, depende.

¿Son perjudiciales los ungulados para la flora?
Otra pregunta cuya respuesta también tiene sus matices. En aquellos lugares donde los grandes ungulados ejercen ahora presiones muy elevadas, debido a la eliminación de sus depredadores, y donde se han visto reforzados además por especies foráneas (gamos, muflones o arruís), pues lo más probable es que sí. Pero, aún en este caso, no todas las plantas saldrían perjudicadas por igual. Seguramente las que cuenten con potentes defensas químicas o físicas contra los herbívoros, sean muy amantes del sol o tengan facilidad para pasarse a la vida rupícola, no padecerán efectos negativos e incluso puede que se beneficien del abonado que dispensan los herbívoros. Sin embargo, esta conclusión requiere un análisis personalizado. Hay casos, como la isla de Mallorca, donde abundaba un pequeño ungulado (Myotragus balearicus) que no contaba con apenas depredadores hasta la llegada de los primeros humanos, a excepción del águila real. La vegetación mallorquina de los últimos 4.000 años ha tomado forma en ausencia de este gran factor de regulación y quién sabe si las cabras asilvestradas desde hace unas décadas no actuarán en cierta medida como sustitutos funcionales de un artiodáctilo que estuvo presente en las islas durante nada menos que cinco millones de años. Un hecho que, desde luego, requiere un estudio pormenorizado para poder ser respondido con fundamento (11). De hecho, en Creta –y otros lugares– se ha encontrado que los islotes con cargas intermedias de cabras domésticas tienen una mayor producción y diversidad vegetal, lo que da mucho que pensar (12). Aunque esto sólo significa eso, que en Creta se han encontrado esos resultados y no sabemos lo exportables que son.

Resultados provincianos
Exportar soluciones de unos sitios a otros, como si las conclusiones locales fuesen necesariamente universales, es una actitud peligrosa en un planeta tan diverso y cambiante. No podemos generalizar, aunque eso signifique más trabajo y más estudio. Quizá por eso se valoren las investigaciones que no tratan de una especie en concreto, en un sitio particular y durante un año cualquiera, sino aquellas que tratan de incorporar incertidumbre repitiéndose en el tiempo y en el espacio o abordando diferentes especies. Trabajos que intentan explorar los límites de la varianza en la respuesta de las especies a los impactos y con ello generar cuerpo teórico. Conviene recordar que nuestros resultados suelen ser casi siempre provincianos y que en ecología aplicada no hay regla sin excepción. Puede que los trabajos de revisión y síntesis sean los más aconsejables para orientar la toma de decisiones en materia de conservación, para lo cual es imprescindible que se publiquen no sólo las investigaciones con resultados positivos, sino también las que arrojan resultados estadísticamente negativos (13).

 Agradecimientos
 A José Manuel Igual, cuya respuesta favorita ante cualquier pregunta relacionada con su trabajo en la naturaleza es: ¡ah, depende! La cual me inspiró este artículo. A Carlos M. Herrera, quien tiene bien en mente que los problemas de la ecología vienen del hecho ineludible de ser “contex-dependent”, a diferencia de otras ciencias más basales como la física.

 Bibliografía

(1) Crawford, R.J.M. y otros autores (1989). Competition for space: recolonising seals displace endangered, endemic seabirds of Namibia. Biological Conservation, 48: 59-72.
(2) Muñoz, A. y otros autores (2009). Ungulates, rodents, shrubs: interactions in a diverse Mediterranean ecosystem. Basic and Applied Ecology, 10: 151-160.
(3) Rost, J. y otros autores (2012). The effect of postfire salvage jogging on bird communities in Mediterranean pine forests: the benefits for declining species. Journal of Applied Ecology, 49: 644-651.
(4) McGregor, H.V. y otros autores (2007). Rapid 20th-century increase in coastal upwelling off Northwest Africa. Science, 315: 637-639.
(5) Weimerskirch, H. y otros autores (2012). Changes in wind pattern alter albatross distribution and life history traits. Science, 335: 211-214.
(6) Zamora, R. (2000). Functional equivalence in plant-animal interactions: ecological and evolutionary consequences. Oikos, 88: 442-447.
(7) Martínez-Abraín, A. y Oro, D. (2013). Preventing the development of dogmatic approaches in conservation biology: a review. Biological Conservation, 159: 539-547.
(8) Martínez-Abraín, A. (2012). El efecto investigador. Quercus, 313: 6-7.
(9) Laurance, W.F. (2013). Does research help to safeguard protected areas? Trends in Ecology and Evolution, 28: 261-266.
(10) Martínez-Abraín, A. (2013). La regla del veinte. Quercus, 324: 6-8.
(11) Martínez-Abraín, A. (2013). Después del abandono. Quercus, 325: 6-8.
(12) Blondel, J. (2006). The design of Mediterranean landscapes: a millennial story of humans and ecological systems during the historic period. Human Ecology, 34: 713-729.
(13) Martínez-Abraín, A. (2013). Why do ecologists aim to get positive results? Once again, negative results are necessary for better knowledge accumulation. Animal Biodiversity and Conservation, 36: 33-36.
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