A veces resulta difícil saber si lo que observamos en la naturaleza es una
causa o una consecuencia. Peor aún, causa y efecto giran con frecuencia en un círculo
cerrado, de manera que sería artificial establecer distinciones. Hasta puede
que sea imposible desentrañar dicha relación.
Supongamos que estamos en una
zona húmeda anillando pajarillos y llega a nuestras manos un carricero común en
estado lamentable, muy bajo de grasa, sin brillo en la mirada y lleno de
ácaros. La primera impresión...